Here... Something

Viendo la necesidad de escribir, sabiendo lo bien que puedo llegar a escribir; decidí idolatrar lo que escribo y publicarlo, de manera que solo unos cuantos, quizá los realmente interesados, lean lo que me llega por inspiración; quizá divina, quizá terrenal...

Gracias por Leer, disfruten.

Nela

miércoles, 1 de junio de 2011

Para que quede Claro.

Agradecida inmensamente con Blogger y todo este cuento, quiero decirles que me trasteo para Tumblr

http://sonela.tumblr.com/ 


Ya que, es algo más sencillo y sin tanta ciencia (aunque este no es que tenga mucha tampoco), pero si me gusta mucho la simplicidad para darle mucha más importancia a las letras que quedan allí.

dejaré este link de todas maneras, para que puedan leer cuando quieran lo que ya había hecho... pero de resto, las nuevas publicaciones estarán en éste link http://sonela.tumblr.com/.

Recuerden que tambien me pueden seguir en Twitter o me pueden agregar al facebook.
@Nela29 o como Nela Edith.

Un gran abrazo, y espero seguir contando con su apoyo, anónimo, pero importante. 

Nela  ♥

sábado, 7 de mayo de 2011

Como Siempre...

Es de mucha gente escribir las mismas palabras bajo intenciones diferentes, e incluso sin intención alguna. Y me ha sucedido, es algo de repetirse en muchas ocasiones.

Pero hoy no tengo intención y estoy segura de que son palabras que no había llegado a decir. Escribo mucho, o lo suficiente -aunque nunca sería suficiente-, y en todos éstos años no había llegado a dedicarle unas palabras a mi Madre.

Estando pequeña siempre le llegaba con cartas hechas de puro amor, y quizá de sólo amor porque su decoración era saturada y poco exquisita. Y siempre tenía las mismas palabras: “Te amo Mamá”.
Ella las recibía y me daba de esos abrazos “no me olvides”, porque te dejaban una sensación de haber hecho algo bien. Aún así, eso es lo que hacen los niños, buscan la manera de encajar y ser reconocidos por cosas simples, sencillas, sinceras y llenas de amor e inocencia. 

Segundos que se volvieron minutos,que luego fueron horas y que hacen pasar días, semanas, meses y años por delante de nuestros ojos. 

Ahora, uno ni piensa en dar de ésas cartas sinceras. Busca la promoción de la crema con el perfume y las medias veladas, o los chocolates con flores, o las licuadoras y ollas a presión. Quienes han de tener más modo buscan la lavadora supersónica o algo así bien inventado para sacarle la platica a uno. Por quedar mejor que los otros hijos, por gastarle a la mamá en un sólo día… Cuando ni se acuerdan de ellas el resto del año.

¿Cuántos silencios tienen el corazón de cada una de nuestras Madres?

Yo, por mi parte, siempre he sido sencilla… y sin plata.

Y la plata que recibo, pues, viene de mi Mamá… Así que, salimos perdiendo todos.

Regalos… ¿regalos? Una crema, unas aretas, un chocolate, una camisa… Nada sería suficiente para tantas madrugadas, para tantos almuerzos empacados, para tantas trasnochadas cuando salgo a parrandiar, por tantas groserías y altanerías, por tantos sufrimientos y por tantas decepciones, por tantos gritos encontrados y desobediencias, por tantas bobadas y faltas de respeto, por cuestiones del clima, de la salud, de la vida…. Nada alcanzaría para mi Mamá.

Porque si soy como soy, es gracias a ella, a sus esfuerzos, a su amor. 

Si no fuera por sus oraciones, sus rezos, sus rosarios dedicados, sabrá Dios dónde andaría y bajo qué situaciones. Si no fuera por su temple, por sus pelas, por sus castigos, quizá no habría aprendido mi lección. Si no fuera por sus abrazos reconfortantes en momentos de desesperación, quizá no estaría aquí escribiéndole.
Uno joven y bello quiere vivir la vida, quiere hacer lo que quiera con el mundo que tiene por delante. Pero, ¿quién más que nuestra mamá para hacernos cambiar de parecer, guiarnos, aconsejarnos y no dejarnos solos en ningun momento?

Qué haríamos sin mamá. 

Lo bueno no dura como se dice por ahí, y es verdad. 

Así que, ni rosas, ni chocolates, ni cremas ni desodorantes. Amor, respeto, obediencia y eterna gratitud con ellas TODOS los días es un poquito de lo que se merecen, por todo lo que hicieron, hacen y harán por nosotros.
Es la vida de cada uno, pero es nuestra madre quien nos la dió.
Así que No hoy, ni mañana, ni dentro de dos años esperés para darle ese abrazo a tu mamá y decirle lo mucho que la amas.

"En mi Logro más grande, llenando de alegrías su rostro."
Lástima que no soy tan expresiva con mi mamá, por que si lo hago ella pensará que quiero algo a cambio… Por eso le escribo estas palabritas, que sabe que son desde lo más profundo de mi ser… De la vida misma que ella me dió.

Gracias Mamá. ♥

- Gloria St. Muñetón C. ♥

viernes, 15 de abril de 2011

VIDA

Como en un día cualquiera de abril, un abril lluvioso, pero no tanto como para parecen un noviembre, el primer día de la semana -o el último talvez- fué un día de improvista visita a uno de ésos lugares que no tolero demasiado, dónde la muerte es el centro de atención y se desvían los ojos al misterio que encierra un "después de..."

Y contemplando, no aquel misterio, sino el reloj para calcular el tiempo tolerable en aquel lugar, noté un rostro triste.
Por lo general, hay muchos allí; es un lugar que encierra tristezas, traumas, pesares, infelicidades y, en algunas ocasiones, alegrías; pero nunca me había detenido a observar uno de esos rostros contrariados, nisiquiera el mío propio, porque es precisamente el momento más vulnerable para un ser human, que se desahoga en lágrimas nacientes del nudo de la garganta; donde el rostro no alcanza para demostrar el dolor del alma, del corazón.

A todos les toca la muerte, propia o ajena. 
La muerte tiene la capacidad de enterrar y atravezar el corazón humano con su huesudo dedo. De rasgar y remover todo pensamiento de esperanza, de traerte a la realidad de que sólo se necesita estar vivo para morir. 

Aquí huele a flores, pero no a lo que por lo general huelen las flores. Es como si todos ésos arreglos y ramos conocieran el porqué están allí. Su aroma cambia. No huele a aquellos elegantes ramos en una recepción, o de aquellos que damos en el Día de las Madres, en un cumpleaños o en un aniversario. Pueden ser incluso las mismas flores, el mismo arreglo, el mismo moño, pero su olor, su aspecto se entristece en aquel lugar.

Nada aquí se ve con vida, excepto nosotros mismos. 
Es fácil ver los ojos sin luz detrás de los lentes oscuros, e incluso sin ellos. Donde la única esperanza es vivir bien, tener fé y confiar en que Dios, el Dios amoroso que nos dan a conocer, nos tenga en cuenta para los últimos momentos.

Pero, volvamos a aquel rostro. No estaba sólo triste, tambíen se veía la nostalgia en sus rasgos, la melancolía. Su mirada recordaba, repasaba y se aferraba a aquellos momentos de alegría, momentos invaluables que no se repetirán. Quizá nisiquiera eran los momentos, era con quienes los vivió.

Era un rostro joven, que se distraía fácil y totalmente de lo que hablaba el Sacerdote dentro de la capilla, al igual que yo, estaba escudriñando cada centímetro de aquella realidad. Era un rostro bonito, detrás de tanta tristeza había una belleza minimizada.
Es increíble la reaccion del cuerpo a tal vulnerabilidad y tristeza. Donde, es imposible ocultarlo, donde así sea por pocos gestos, la tristeza fluye. Incluso es mucho más notorio en un rostro femenino, sabiendo que los hombres no son insensibles. 

¿Para qué vivir si de todas maneras vamos a morir? Si ésto fuera así, entonces ¿para qué naciste? ¿acaso moriste en el momento del parto? Hay casos, no lo voy a negar. Pero eso no lo determinamos nosotros, Nisiquiera Dios lo determina. Por que la Muerte es la ley natural, de la que nadie escapa, es el peaje que nos cobran por vivir. Pero es nuestra vida lo que le da valor a la muerte. Por que después de morir quedan los recuerdos, y debemos hacer que esos recuerdos sean para quienes quedan, recuerdos invaluables, perdurables, perfectos y hermosos... Es nuestro legado y de allí aprenderan muchos... 



Vida que vive, mientras morimos Amando.

Aquellos que viven para siempre son aquellos que aunque mueren, se mantienen vivos en nuestra memoria.

La gratitud es la Memoria del Corazón

jueves, 31 de marzo de 2011

Capítulo Tercero: "Ambiguo"

(...) Por lo que había pasado no era nada comparado a lo que tenía que atravesar ahora. 
Cada reja necesitaba una llave, y pues, se supone que antes de cada reja hay un guardia. Pues, ni llave ni guardia.
Buscó en los pequeños cuartos donde los "Botones" tomaban su café y comían sus chucherías, por que cual de todos más pasado de peso. Aun asi, de nuevo, ni botones ni llaves. 

Intentó desesperadamente abrir la primera reja, sin éxito alguno. -"¡Todas las otras puertas ajustadas, y justo las más importantes bien aseguradas!" Qué contrariedad, como diría el culto. 
Pensó en algo que pudiera abrir o forzar la cerradura, pero no había herramienta alguna con qué trabajar. 
Se devolvió un poco, a mirar por el suelo por si alguien había soltado alguna llave o alguna pista. Nada.
Revisó las suites vacías, levantando colchones y fundas. Nada. 

Se le revolvió el estómago al entrar en una de las suites donde estaba descansando en paz un residente, era un tanto traumante ver que había alguien ahí sin vida, entonces, no había nadie, sólo el recuerdo de lo que fué. 
Continuó revisando el suelo, algo debía encontrar. Y efectivamente, cerca de un rincón había algo parecido a un pedazo de metal, como si estuviera tallado. Lo recogió y notó que no era sólo un pedazo de metal, era un metal que hacía parte de alguna insignia de algun botón. 
El muerto no era un residente. Y fijándose mejor, vió que debajo del tendido con el que estaba cubierto y manchado de sangre, lo poco que quedaba del uniforme. Estaba rasgado, como si hubiese sido torturado, y no habían llaves. 

Por tanteo calculado se sabía que los otros cuerpos eran otros botones, quizá los de cada reja o los que vigilaban cada jardín. El escape hubiese sido perfecto si él hubiese escapado también. No le quedó de otra que ir a revisar los otros cadáveres, que estaban totalmente muertos. O almenos, éso se veía desde afuera.  
Después de entrar a tres tumbas empezó a decaer su ánimo, su vigor y sus ganas de continuar, ¡estaban muertos por Dios santo! ¿Eso no era faltarles al respeto? Bueno, no tendrían como decir lo contrario. En fin, momentos existenciales. 
Como para no saberlo, si había unas llaves, pero no en los botones asesinados. Estaban justo al otro lado de la primera reja. Ahora sí, clase de elasticidad.
Nunca le sirvió ser el gordito de su clase de atletismo en la escuela, era el que menos corría, el que menos hacía, el que primero se cansaba y el que llegaba de último. Años frustrantes, y tampoco iba a ser un milagro que ahora después de tanto tiempo pudiera hacerlo.
Otro fallido intento, pero había que intentarlo. Estiró hasta donde no pudo su mano, primero la derecha; Nada, luego la izquierda; Tampoco. 
Depronto funcionaría con las piernas, pero, con ninguna. 

Y en ésos intentos desesperados notó algo más, los barrotes tenian una distancia suficiente para pasar entre ellos. Menos mal de la infancia no quedó ni el recuerdo de sus mejillas redondas. Como si fuera Gatúbela, estilizó su figura y empezó a pasar. Una pierna, una mano, medio tronco, protejer el patrimonio, el perfil, y el resto.¡Listo! Va una reja. 

Recogió las llaves que estaban más cerca de lo que parecían, y buscó la cerradura de la siguiente reja. Quedaban otras tres. 
Pero para sorpresa suya, ésta reja si estaba abierta, al igual que la siguiente, entonces, para nada tanto esfuerzo. Ya estaba cansado de correr, caminar, buscar... estaba cansado de estar en ése lugar, y eso era lo único que lo mantenía con "vida"... ¿?

Última reja, veía ya con claridad la luz del sol por la pequeña rendija de la puerta de salida. Caminaba con tanto esmero que no podía parar de sonreír, las cosas iban bien.
Quizo mirar atrás, y despedirse, pero no era hora de formalidades. Era momento de irse, de comenzar lo que debía haber hecho hace tanto, pero tanto tiempo.
Empujó la ultima puerta y se enfrentó al viento que le revolvía sus cabellos. Miró la entrada de la fuente, el lugar de los autos, otros dos botones muertos un poco más allá, y las únicas flores en todo el lugar. 
Se acercó, las tocó, sintió su aroma. El olor de la libertad. Y quizá un poco de la esencia de la justicia. Aún con sus cosas en la mano, caminó directo a lo que quedaba de entrada, la fuente estaba sin agua y los muertos ya tenían signos visibles de descomposición.

Con la frente en alto, muy en alto, volvía a ser parte de la sociedad, de la humanidad; por que, tantas veces le repitieron que no era nada, ni nadie, y que nunca lo volvería a ser. Lástima que quienes dijeron éso no pudieron ver cómo cambiaron las cosas. 
Y dirigiéndose hacia el occidente, comenzó a caminar justo al lado del camino, sin el humo para ver como todo pasa... Estaba vivo, ahora más que siempre, más que nunca. Y el recorrido apenas comenzaba.

martes, 29 de marzo de 2011

Capítulo Segundo: "Más y más..."

(...) La salida daba al primer "jardín", se aferró a su valentía como mujer a su cartera y miró detenidamente cada esquina. 
Era un espacio amplio, con algunas bancas y unas casetas donde vendían "comida", a éstas le llamaban el buffet. No había nadie, nada se movía y sólo se sentía la presencia del viento y de los "espantos" que un compañero alguna vez dijo. 
-"Correr, como pueda..."- Dicho y hecho. Salió corriendo a la caseta más cercana... Esperó. Nada se movió. Volvió a echar un ojo al lugar, y no lo creía. No había nadie. ¿Un motín? No hay cadáveres, o signos de lucha de alguien, o algo. No había cascos por el suelo y escudos destrozados como en el último intento. Pero, debia aprovechar.
Corrió hacia la segunda caseta, ahora estaba a una sola caseta de la siguiente puerta, que daba a la "Santa Sede" como le llamaban. Alguna vez un residente asesinó al Sacerdote de paso. 
Corrió una vez más, pero ésta vez fué derecho a la puerta, que también estaba ajustada. -"Me siento en un videojuego". Pensó. 
Con su valentía desgastada, agitado por su pobre estado físico (aunque hacía ejercicio) y con algo de hambre, haló la puerta. 

Recordó la vez que tuvo que pasar por el gran corredor de la "Santa sede" en los primeros años, cuando recibía visitas. Pero era hora de hacer su propia visita. 
Miró para los balcones de las suites, cada rincón, cada pared; respiraba profunda y lentamente para escuchar atentamente cualquier ruido. Nada. Nadie.
Dobló a la derecha para ir a la salida, a la izquierda estaba el "jacuzzi", el lugar de castigo. Siguió para salir al cuarto jardín, por que las otras puertas estaban en otra dirección. El cuarto jardín era el más "bonito", allí estaban los de menor sentencia, los del "kinder". Los que literalmente iban de paso. Por lo general eran adolescentes rebeldes que querían demostrar lo que no eran. Y que en éste lugar, aprendieron a serlo.
Allí tampoco había nadie. Estaba cansado de esperar que alguien apareciera. El suspenso lo mataba tanto como a ustedes.

Allí no había casetas, por que era más que obvio que padres, amigos, novias y madres de sus hijos venían a dejarles comida. Tenían más derecho, la ley los quería un poquito más. 
Ya no corría, sabía que no había nadie y no quería desgastarse más. Siguió derecho, por toda la mitad del jardín, mirando atentamente y casi sin espabilar. Otra puerta ajustada, otro mundo. Siguiente Nivel.
Éste no era un pasillo sino un gran salón, como el de la entrada de una mansión, con la diferencia de que acá ni había tanta decoración y no disfrutabas mucho tu estadía. El hotel era 3 estrellas como máximo. 
Cada vez muchísimo más cerca.
Pero, había una diferencia con las otras estancias. Habían residentes. 

-"Menos mal no corrí para pasar el jardín." Pensaba. Y era verdad, ahora sí debía sacar sus fuerzas para correr rápido y muy lejos. Faltaba tan poco.
Lo peculiar fué que nadie notó su presencia. Todos estaban acostados en sus "camas". Éso era un tanto extraño, la puerta al abrirla hizo un ruido relativamente fuerte como para no percatarse de que alguien está allí. Se acercó a una estancia mientras confirmaba su sospechar. -"Muertos".

No había signos de lucha o resistencia, pero sí se notaba claramente la sangre manchando el colchón y la rigidez del cuerpo sin vida. Ya se había acostumbrado a ver escenas así. 
Supuso que el resto de los que estaban allí estaban sin vida. No quería cerciorarse.
Otra vez estaba frente a otra puerta pero ésta estaba abierta de par en par, y era la puerta que daba al "Lobby" del Hotel. Unas cuantas rejas más y estaba afuera.

lunes, 28 de marzo de 2011

Capítulo primero: "El Hotel"

(...)"Si tan sólo pudiera pensarlo una vez más. He de intentarlo. He de tratar hacerlo. ¡PIENSA!"
Hablaba en la oscuridad de su pequeña estancia. Un cuarto, tres paredes, una reja, un techo bajo y un piso frío. Un baño, un grifo. Una cama de poco ancho, eso no era una cama. Una almohada vieja y sucia; allí no habían muchas sirvientas.
Debajo de lo que debía ser un colchón, con un espesor de nueve milímetros, algo de ropa en un montón, que servía mejor de almohada que de cualquier otra cosa.
Al lado de la "almohada", en una de las tres paredes, tenía una foto. Una foto muy vieja, que nisiquiera era de él. Era del que estaba allí antes. Estaba pegada con su propio recuerdo, por que no le quedó nada más. Por éso dejó de pensar.

Quienes siempre estuvieron a su lado, "¿qué será de ellos? ¿recordarán así como lo hago yo?" Pero la idea de la muerte era más que segura. Ya no era una idea, era una total realidad. Cada día sentía más su soledad y no podía seguir ocultándola. Y fueron ésas tres paredes las testigas de tal desahogo.

Con un clavo un tanto oxidado que ya no sostenía evidentemente el grifo, comenzó a copiar en un pequeño pedazo de pared una historia. No su historia, sino una historia. Quizá como el relato que aún escribo. 
Sin personajes, ni tiempos, ni espacios, ni realidades ni comparaciones. Sólo una historia. 
Hablaba de lo que era la vida, la muerte, el amor y el odio. Hablaba de la pasión como expresión extrema y externa de aquello que no se puede ocultar más. Y siguió, y siguió, y siguió.

Luego de casi dos días -incluyendo noches- de estar escribiendo, sintió hambre. Y notó que no había recibido su "comida", practicamente eso no era comida. Ya había aprendido a tragarla entera, ni intentar saborearla porque el veneno sicológico de ése sabor sería intoxicante. Sólo la tragaba y sabía que así se mantendría vivo. 
Notó algo más; la cerradura de la reja no estaba bien cerrada. Podría ser una trampa. 
Tuvo que decidir, entre intentar escapar y cerrarla de nuevo en acto de "honestidad". ¿Honestidad? Eso es aquel lugar no existía. "¡A la mierda con la honestidad!" exclamó para sí. Se levantó, recogió sus trebejos, los pocos que tenía, y cuando salía recordó aquella foto. Intentó despegarla pero por poco la rompe por la mitad, así que decidió dejarla. No olvidaría ésos rostros desconocidos que lo alentaron a seguir vivo, a recordar.

Cuidadosamente, como si se tratara de curar a un niño pequeño, corrió la reja sin mucho estruendo. Escuchó detenidamente por si alguien se acercaba. No venía nadie. Luego, echó una mirada a las otras "suites", como les decían los "invitados", pero tampoco había nadie. 
Fué corriendo otro tanto la reja, hasta que fué preciso el espacio para salir. Igual, no era tan robusto como para no pasar por ése espacio. 
Miró a ambos lados del amplio corredor. Nadie. Se dirigió a la salida que quedaba a mano izquierda. Con muchísimo cuidado. 
Su corazón latía más fuerte que nunca. Era la adrenalina de saber que podría salir de ése lugar, o de ser atrapado y asesinado en el intento. 
Cualquiera de las dos opciones le gustaban.

Se detuvo a unos centímetros de la ultima puerta, una pesada puerta de metal, oxidado en algunos lugares -la humedad en aquel lugar era espantosa-, que también estaba ajustada. 
Aunque no creía mucho en Dios, sabía que era mejor prevenir por si las moscas. Se persignó como su madre le había enseñado cuando salía para la escuela. Intentó decir algun rezo pero desistió. No debía perder tiempo. Así que simplemente dijo: "Dios, sacáme de ésta." Y abrió la puerta...

domingo, 27 de marzo de 2011

Melodías tan simétricas... ¡tan melódicas!

Como si fuera poco, no debí tratar de cambiar. No debí cometer ése gran GRAN error de no ser quien soy. 
Pero, he vuelto. Me reconozco de nuevo cuando me observo detenidamente en un espejo. Ahora no admiro mi peinado, ni mi poco maquillaje. Admiro que mi mirada vuelve a tener ése vigor, ésa felicidad escondida, recuperé mi belleza, he vuelto.

Ahora me siento frente al piano, a intentar hacer sonar mi corazón; aquel corazón que nunca habia entendido, que sonaba triste, adolorido por situaciones no propias, aquel corazón que quizá nunca quice mostrar realmente. Era parte de toda una conspiración de MI contra MI. Así que decidí cambiar la tonalidad.
No más Sol menor. ¡NO MAS! No más nostalgias, no más tonadas tristes y no más circulos viciosos. No más melodias suicidas, no más canciones deprimentes. No más noches sin sueño, no más cuentos sin final. Ahora he comenzado mi historia sin pensarlo tanto. 

Es tiempo de improvisar, ¡De saber hacerlo!, de aprenderme las escalas blues por completo y jugar con tanta felicidad. Por fin he notado que he dejado de ser una adolescente incomprendida, por que por fin me entendí.
Frente en alto, corazón firme y ojos llenos de verdad.

Detalles, detallar, ser detallista. Notarlo y darlo a conocer. Amar como nunca he amado, dejar de odiar y perdonar como debí hacerlo. Comprender que no es mi unica opinion, y que las cosas siempre tienen una razón de ser. Emprender el viaje por mí misma, pero no sola. 

Es tu decisión que me quieras acompañar, por que yo caminaré a tu lado.