(...) Por lo que había pasado no era nada comparado a lo que tenía que atravesar ahora.
Cada reja necesitaba una llave, y pues, se supone que antes de cada reja hay un guardia. Pues, ni llave ni guardia.
Buscó en los pequeños cuartos donde los "Botones" tomaban su café y comían sus chucherías, por que cual de todos más pasado de peso. Aun asi, de nuevo, ni botones ni llaves.
Intentó desesperadamente abrir la primera reja, sin éxito alguno. -"¡Todas las otras puertas ajustadas, y justo las más importantes bien aseguradas!" Qué contrariedad, como diría el culto.
Pensó en algo que pudiera abrir o forzar la cerradura, pero no había herramienta alguna con qué trabajar.
Se devolvió un poco, a mirar por el suelo por si alguien había soltado alguna llave o alguna pista. Nada.
Revisó las suites vacías, levantando colchones y fundas. Nada.
Se le revolvió el estómago al entrar en una de las suites donde estaba descansando en paz un residente, era un tanto traumante ver que había alguien ahí sin vida, entonces, no había nadie, sólo el recuerdo de lo que fué.
Continuó revisando el suelo, algo debía encontrar. Y efectivamente, cerca de un rincón había algo parecido a un pedazo de metal, como si estuviera tallado. Lo recogió y notó que no era sólo un pedazo de metal, era un metal que hacía parte de alguna insignia de algun botón.
El muerto no era un residente. Y fijándose mejor, vió que debajo del tendido con el que estaba cubierto y manchado de sangre, lo poco que quedaba del uniforme. Estaba rasgado, como si hubiese sido torturado, y no habían llaves.
Por tanteo calculado se sabía que los otros cuerpos eran otros botones, quizá los de cada reja o los que vigilaban cada jardín. El escape hubiese sido perfecto si él hubiese escapado también. No le quedó de otra que ir a revisar los otros cadáveres, que estaban totalmente muertos. O almenos, éso se veía desde afuera.
Después de entrar a tres tumbas empezó a decaer su ánimo, su vigor y sus ganas de continuar, ¡estaban muertos por Dios santo! ¿Eso no era faltarles al respeto? Bueno, no tendrían como decir lo contrario. En fin, momentos existenciales.
Como para no saberlo, si había unas llaves, pero no en los botones asesinados. Estaban justo al otro lado de la primera reja. Ahora sí, clase de elasticidad.
Nunca le sirvió ser el gordito de su clase de atletismo en la escuela, era el que menos corría, el que menos hacía, el que primero se cansaba y el que llegaba de último. Años frustrantes, y tampoco iba a ser un milagro que ahora después de tanto tiempo pudiera hacerlo.
Otro fallido intento, pero había que intentarlo. Estiró hasta donde no pudo su mano, primero la derecha; Nada, luego la izquierda; Tampoco.
Depronto funcionaría con las piernas, pero, con ninguna.
Y en ésos intentos desesperados notó algo más, los barrotes tenian una distancia suficiente para pasar entre ellos. Menos mal de la infancia no quedó ni el recuerdo de sus mejillas redondas. Como si fuera Gatúbela, estilizó su figura y empezó a pasar. Una pierna, una mano, medio tronco, protejer el patrimonio, el perfil, y el resto.¡Listo! Va una reja.
Recogió las llaves que estaban más cerca de lo que parecían, y buscó la cerradura de la siguiente reja. Quedaban otras tres.
Pero para sorpresa suya, ésta reja si estaba abierta, al igual que la siguiente, entonces, para nada tanto esfuerzo. Ya estaba cansado de correr, caminar, buscar... estaba cansado de estar en ése lugar, y eso era lo único que lo mantenía con "vida"... ¿?
Última reja, veía ya con claridad la luz del sol por la pequeña rendija de la puerta de salida. Caminaba con tanto esmero que no podía parar de sonreír, las cosas iban bien.
Quizo mirar atrás, y despedirse, pero no era hora de formalidades. Era momento de irse, de comenzar lo que debía haber hecho hace tanto, pero tanto tiempo.
Empujó la ultima puerta y se enfrentó al viento que le revolvía sus cabellos. Miró la entrada de la fuente, el lugar de los autos, otros dos botones muertos un poco más allá, y las únicas flores en todo el lugar.
Se acercó, las tocó, sintió su aroma. El olor de la libertad. Y quizá un poco de la esencia de la justicia. Aún con sus cosas en la mano, caminó directo a lo que quedaba de entrada, la fuente estaba sin agua y los muertos ya tenían signos visibles de descomposición.
Con la frente en alto, muy en alto, volvía a ser parte de la sociedad, de la humanidad; por que, tantas veces le repitieron que no era nada, ni nadie, y que nunca lo volvería a ser. Lástima que quienes dijeron éso no pudieron ver cómo cambiaron las cosas.
Y dirigiéndose hacia el occidente, comenzó a caminar justo al lado del camino, sin el humo para ver como todo pasa... Estaba vivo, ahora más que siempre, más que nunca. Y el recorrido apenas comenzaba.